Entradas

El temblor suave.

Es extraño sentir que uno tiene algo que debe devolver. Algo importante para alguien, que lo tenemos prestado y que sabemos que ha dejado un hueco persistente parchado. Temporalmente, por el amor de la entrega. Un libro importante que nunca fue devuelto, con una dedicatoria que se vuelve burda con un dueño indigno, o por lo menos olvidadizo. Una olla buena de una abuela que confió en nuestro entusiasmo por replicar su receta, sin nunca ocupar el lugar donde se guardará al regresar Un lápiz olvidado por un amigo al quien abrir su alma lo desconectó de la mochila con la que entró.  Existe en esos pendientes una tensión que puede mutar pero nunca desvanece.  Siempre habrá en nuestra casa algo que vibra suave por volver a manos adecuadas. Anhelando el momento donde las piezas caigan en dónde deben estar y nos alimentemos con el sentimiento oculto más puro: La coherencia.  El sentido. Todo donde debe estar. Y su mejor consecuencia. La certeza de que el pasado resuelto dará claridad a nuestr

Como ya no hay

Casi me hago agua En el parque Cuando sonó un llanto A razón de dos veces cuatro Vi Casi no, pero lo vi Un pie imposible Demorado Como ya no hay Con los ojos cerrados Como si así hubiesen salido del mármol Dibujaste el piso Un menguante En trance brillante Y el puntín De la puma fucsia Como mecha diamante Concentró Esa lentitud Como ya no hay En absolutamente nada. Corren, compran, comen, mueren, Y tus ojos son persiana baja Desmagnetizada, flotando Glaciar Una flor de árbol ansioso No se aguantó en caerte  Te cortó en seco Y lo lento Se fue A otro lado Nuevo afortunado Al que la vida Se le va a derretir En un chasquido

Caja de pizza

Hoy soñé que me llegaba un video donde me hablabas a través de uno de estos pibes. Le pedías que hable en nombre tuyo sabiendo que él no me bancaba, y me decía que Victoria me daba las gracias por haberle dado la idea de enmarcar un pedazo de cartón de una caja de pizzas de una juntada especial que tuvimos mientras estábamos juntos. En el video aparecías en un intento de galpón medio vacío, como una feria vieja de Brasil donde en algún momento hubo un parque de diversiones. Ahi te veía con rostro de circunstancia esperando que este chabón me dijiese aquello importante que le pediste. Pero él sólo me ponía al día con cosas que antes me hubieran importado, como tus estudios o tu salud. Es la primera vez que se me ocurre que quizás te interesa volver a hablar, y la verdad es que me da rechazo. También, mientras estoy yo con otra gente, me llega un mensaje tuyo haciendo chistes sobre nuestra situación. En ellos querés hablar de esta herida como si no fuese nada, querés sentir que sos c

Lo que ebulle

Es terrible la culpa que asedia cuando uno solía escribir, y ya no lo hace más. Como si hubieras dejado la pava hace demasiado tiempo en el fuego. Es algo que sigue funcionando, pero no de la manera que debería. Dejé de escribir por no necesitarlo, lo que hace que me sienta culpable para con la escritura. Es no ir a visitar a un amigo por mucho tiempo, y escribirle para pedirle que preste algo; muy triste, y muy utilitario. Pero hoy, después de muchos meses de demasiada vida, pude parar un segundo. Y por varios sucesos necesitar escribir nuevamente. Principalmente, fue la larga despedida de un gran maestro, y una especie de nostalgia y arrepentimiento por haber abandonado la carrera. No tanto por mí, sino por no haber concluido su clase, como si hubiese perdido la mayor enseñanza. Como si en algún momento de mi ausencia hubiera revelado el secreto de la buena escritura y del ojo sagaz, y que por ello, yo no soy tan digno para rendirle culto. Y este abandono de la escrit

Mi Sauco

Quiero correr en círculos hasta que me duelan las plantas de los pies y tumbarme boca arriba contra la cerámica fría. Quiero colgar una soga del balcón y saltar con los pies atados para quedar justo a pocos centímetros del piso y poder salir caminando; que la vecina me pregunte por la soga. Quiero destruir una pared con la cabeza, apretar los dientes hasta que se fundan entre sí y no poder hablar. Tener que gruñir para decir algo, mover la lengua detrás de esa prisión y tener que comer puré de calabaza por el resto de mi vida. Quiero morder la mesa. Quiero poder abrazar un árbol y recibir un abrazo de vuelta. Quiero sentir la aspereza de las hojas en la cara. Quiero estar en mi jardín, tener siete años, y poder sentarme abajo de mi sauco. Quiero encapricharme con cada una de las frutas chiquititas y violetas de mi amigo árbol y hacerlas dulce para poner sobre el pan con manteca. Quiero tirarme de clavado en un montón de harina; tener un respirador para no ahogarme y poder dar saltos en

Virgencita de Madera

Imagen
Ayer llovió. Los zapatos ya están en las últimas, y algo de barro se cuela por sobre el dedo gordo. Medias, imposible. Algo falta. Ronda. Bueno, ¿quién va? El cielo está blanco. El olor a guiso se evaporó, por lo que es más fácil distraerse. ¿Quién va? Uno no, porque si no se acuerdan se robó moras de la casa de los Morelli, y las compartió. La otra tampoco, porque ayudo a la máma a limpiar la casa de los Sánchez. Ese día pudieron traer una ristra de chorizos que los dejó dormir en paz. Y así los ocho. Menos la novena. La chiquita. La muda. La Virgencita de Madera. Ella estaba en falta. No quiere ir. Le da vergüenza. A todos les da vergüenza, Virgencita. No es una cuestión de querer, de sentirse cómodos. Nunca fue así. Hay que comer. A vos te alcanzó porque sos chiquita, porque sos flaquita. ¿Pero los grandes? No alcanza. Ya sabés cómo es. Es pedirle algo de pan, Virgencita. Nada más. Una, de las más grandes, dice que va ella. Que no la hagan llorar más, que seguro viene el p

Jarrón de Acero

Imagen
La luna nueva lo ocultaba todo. Los basurales, los edificios desgastados. Las cucarachas guiaban hacia los lugares olvidados de la ciudad. Los callejones aún se recuperaban de la tormenta de la tarde y los lodazales ya eran costumbre de sus habitantes de cartón y de lata. Las paladas hacían burbujear al barro espeso. Las pocas raíces del nogal no podían resistir las pisadas, y se deformaban bajo los pies. El enrejado silbaba con el viento tibio de la noche. Desde el hueco abierto con alicates, hasta el nogal, eran los pasos del Monstruo. Pasos hambrientos arrastrados colina arriba. Era enorme. Recubierto en una capa de tela gruesa, deshecha por las tormentas. Ofuscado tras su capucha. Su respiración ronca espantaba a las ratas y los cuervos, que miraban reservados desde árboles lejanos. Recelosos esperaban algo que no les iba a llegar. Castigo del Monstruo por su ceguera. Las huellas se borraban bajo una pincelada gruesa. El Monstruo arrastraba a alguien. Una mujer descalza surcaba e